viernes, 20 de junio de 2008

La falsa seguridad y la falsa solidaridad

Lo sano es siempre mirar hacia delante y no mirar atrás. Por eso estoy muy satisfecho de que Dios me haya dado la valentía y los medios necesarios para abandonar conscientemente la falsa seguridad que parecía darme aquel contrato fijo. Con esa seguridad de pacotilla pretendían, sin duda, que aceptara instalarme en la mediocridad y la hipocresía, como lo intentan, día a día, con la cincuentena larga de empleados. Lo siento. No va conmigo. No comulgo (nunca mejor dicho) con medias verdades, con decorados de cartón piedra, con palmaditas en el hombro que se convierten por arte de magia en vacíos, miradas torvas o mobbing, con la utilización de los más pobres, con la institucionalización de la soberbia ni con los gurús espirituales. No entiendo cómo se puede empezar una reunión leyendo el evangelio y en esa misma reunión ejercer la más absoluta de las prepotencias. Pero todo eso quedó atrás.

Supongo que la lección, la única lección que se puede sacar, es la omnipresencia de la debilidad humana, hasta en los lugares donde, se supone, tendría que dulcificarse en, al menos, un deseo de perfección.

Pero ahora toca mirar hacia adelante y tomar todo lo positivo que me dio el contacto diario con quienes un día lo perdieron todo y con otras muchas personas de quienes guardo un recuerdo entrañable.

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