martes, 1 de noviembre de 2011

Un invierno largo

No sólo asoma el invierno tras el reciente cambio de hora, sino que se vislumbra un frío estacional, social y económico mucho más largo que los tres meses de rigor. Se adivina el doloroso parto de una nueva forma de hacer las cosas y la fiebre y el malestar que permitirán la purga de tanto exceso. Me pregunto cuál es la actitud más indicada para este contexto, si alarmarse y tragar saliva ante las constantes descargas informativas de la prensa, que nos tiene a dieta de bancos y deuda, aparte del consabido bipartidismo, o desconectar de la autopista informativa y meterse por la comarcal del día a día.

Las cifras del paro no invitan al optimismo en el umbral de los cinco millones. Es evidente que la economía sumergida está evitando desórdenes sociales violentos en un país donde unos siguen disfrutando del paseo o prejubilándose a los 50 con cantidades que otros no podrían reunir en 70 vidas, mientras la mayoría hacen cábalas para poder seguir llevando una vida digna y unos 8 millones quedan sumidos en una vergonzosa pobreza (vergonzosa para un país como el nuestro que se dice desarrollado y se permite hablar del Estado del Bienestar). El mundo es desigual por naturaleza pero estas desigualdades tan extremas son reflejo de la injusticia y de la falta de ética reinantes. Me pregunto si todos esos acaudalados ciudadanos son conscientes de su responsabilidad. Ya lo dice el Evangelio, "... Su riqueza, ¿Para quién será? ¿De qué les servirá ganar el mundo entero si pierden su alma?". Pero esto es tan antiguo como el mundo, y parece seguir funcionando como al principio.

Para quienes, como yo, la macroeconomía se ha convertido en un laberinto incomprensible, sólo aspiramos a seguir tirando de nuestro carro sin ser carga para nadie, viviendo de forma modesta y poniendo nuestro grano de arena para que todo avance. De todas formas, en mi caso, el revuelo económico y político, sin dejar de tener cierto interés, más que nada por la era de cambios y revoluciones que promete, ha dejado paso a una meditación espiritual y análisis interior que es donde, sin duda, comienza a cambiarse el mundo. Estoy inmerso en un libro muy interesante sobre las apariciones marianas del pueblecito bosnio de Medjugorje, a las que doy total credibilidad por mi parte, y que me están conduciendo, a trancas y barrancas, hacia un nuevo modo de vivir mi fe, y que enganchan con algunos aprendizajes y experiencias de los últimos años. El libro se llama simplemente Medjugorje y, entre otras cosas, es la voz de Dios actual, candente y aún no lastrada por nuestra mentalidad acomodaticia, ni por las manipulaciones, rutinas y dervirtuaciones a las que hemos sometido el mensaje divino. Son ideas muy sencillas y chocan de frente con el estilo de vida actual de una mayoría, pero a medida que la Gran Mentira se desmorona, van adquiriendo más y más verosimilitud. Cinco piedras, así las llaman, basan el mensaje de la Virgen: oración, ayuno, eucaristía, confesión y Palabra de Dios. Nada que ver con teoría económica ni política, es cierto. Todo va dirigido a la transformación interior de cada cual, que no es posible sin Dios, sin sumergirse en su escucha, sin tomar consciencia de su presencia, oculta para los sentidos, y de su acción continuada en nuestras vidas.

En muchos momentos de mi vida me he revelado contra estas cinco piedras, porque Dios no me escribe un email o una nota en lugar de tener que investigar voces interiores que apenas logra uno escuchar (entre otras cosas, porque entre pitos y flautas y las mil formas de entretenimiento vano que tenemos a nuestra disposición nunca dejamos ni cinco minutos a la meditación y a la oración que no es otra cosa que meditar con Dios), porque el ambiente se encarga de afear y difamar el valor de las cosas eclesiales y de los sacramentos y porque el pragmatismo imperante te intenta convencer de que nada de eso sirve "realmente" para nada. Y, en fin, porque parece que la alegría (exterior, estética) de los que disfrutan de los placeres del momento sin más preocupaciones, está reñida o es contraria a las prácticas del católico, a los rezos, al ayuno o a ejercicios que, desde luego, exigen un considerable gobierno de uno mismo y de sus deseos, algo que no casa muy bien con la sociedad de consumo y de excesos que, volviendo al principio, ha causado el desmoronamiento social y económico actual, entre otras cosas.

Pues yo apuesto por la confianza y por la positividad en medio de la tormenta. No por nada, sino porque la seguridad y la fuerza están en el interior, no en los datos estadísticos, y mientras yo vaya por caminos de perfeccionamiento, al menos, seré siempre una buena influencia para todo lo que me rodee. Ojalá muchos nos demos cuenta.

miércoles, 6 de julio de 2011

Y la cabra se fue al monte

No es que me deje llevar por el pesimismo, pero ha sucedido lo previsible. Estaba apuntado a todos los grupos de Facebook y blogs habidos y por haber sobre el 15M y Democracia Real Ya, sobre todo los de Valladolid. Como no tengo paciencia ni tiempo para asistir a sus largas asambleas, al menos así podía contribuir con ideas, estar enterado de los avances, ver materiales que circulan, y saber de las convocatorias. Pero mi muro de Facebook se estaba llenando de iniciativas y más iniciativas de extrema izquierda y de chorradas. Ya no se hablaba de la ley electoral, de la transparencia, de concienciar a la sociedad española del uso de su voto y su dinero de una manera consciente, responsable y organizada, sino de amenazas de Anonymous en vídeos con una estética que recuerda un poco a los de las txapelas contra los maltratadores de animales, llamadas contra la Iglesia Católica, paradas "pacíficas" de desahucios, y, en fin, personajes de catadura muy poco tolerante que, como aquéllos a los que critican, se creen en posesión de la verdad. Y me harté. Me da pena decirlo y me entristece comprobar cómo el mundo vuelve a girar como siempre.

En aquellos primeros días que siguieron al 15 de mayo de 2011, se vio una luz fugaz y tenue, una posibilidad de cambio. La gente se ilusionó. Pero los que decidieron tomar las riendas, o algunos de ellos (que son de los que hablo aquí, claro, es decir, de los de Valladolid) decidieron imprimir al movimiento sus ideologías de izquierdas. Y ya no era aquello que se decía en el primer manifiesto: "Somos ciudadanos, unos de izquierdas, otros de derechas, otros apolíticos..." Los de derechas y los apolíticos habían hecho mutis por el foro, y se quedaron sólo los rojillos, con su uniforme y su programa de Izquierda Unida.

Y no, éstos tampoco nos representan. Al menos a mí no, que ya estoy harto de esta realidad política tan limitada. Lo que nos ilusionaba era otra cosa. Era la unión y la colaboración.

sábado, 4 de junio de 2011

Impás

Si no fuera porque nos espera un verano-otoño calentito por la siguiente reforma laboral y por el persistente índice de paro en niveles insoportables, diría que el movimiento 15M pasa por una crisis casi mortal. La indignación de la gente subirá y es posible que los "indignados" puedan canalizarla hacia algún lugar con sentido. Pero no será, desde luego, por su gran habilidad organizativa, o mejor dicho, por la pericia del grupo de jóvenes que lo maneja. Los rojillos, por llamarlos de una manera simpática, siguen barriendo para casa. En las Asambleas cada vez hay más gente con el uniforme antisistema, o como porras quieran llamarlo, rastas, ropa sucia o/y rota, pelo rapado en parte de la cabeza, piercings, el inevitable tatuaje..., en las manifestaciones (con merma de asistencia, por más que griten que cada día somos más) se gritan algunas chorradas bastante gordas mezcladas con ideas cabales;. Siempre está el exaltado que proclama sus viejas arengas sindicales o comunistas. Y ahora discuten sobre si una asamblea se tiene que convocar 3 horas o 1 hora antes, y cosas que, en realidad, le importan muy poco a la gente. En cualquier caso, no tenemos paciencia ni tiempo para escuchar a unos chavales cómo hacen sus primeros pinitos en la palestra pública. Dicho sea con el mayor de los respetos, que todos hemos sido chavales alguna vez.

Democracia Real Ya se ha desvinculado de las acampadas (que ahora pasan a llamarse 15M), y creo que con buen criterio, porque se han desvirtuado y ya no sirven para nada. Exceptuando la patosada de Felipe Puig, Consejero de Interior de la Generalidad catalana, que debería haber dimitido inmediatamente por su brutalidad, al intentar desalojar la acampada de Barcelona con excusas poco afortunadas, la mayoría de los políticos han actuado con bastante sagacidad, evitando cualquier enfrentamiento entre fuerzas del orden y acampados. Saben que las acampadas se terminarán como una vela sin cera, y además en un plazo relativamente corto. Siguen sin enterarse de que el verdadero movimiento no está en las tiendas de campaña de Sol, ni en los tan traídos perroflautas, ni en los viejos anarcosindicalistas. El movimiento es un despertar lento pero seguro de la población. Es un cambio inevitable, cuya evitación significaría el desastre del planeta, así de claro hay que decirlo. El movimiento es una nueva conciencia del ciudadano que, responsablemente, será consciente de su poder en unión con los demás. Utilizará el voto y el dinero de forma mucho más inteligente, y los poderosos lo tendrán más difícil para llevarse su botín.

Queda un largo camino.

viernes, 20 de mayo de 2011

Democracia Real Ya

Es curioso como en diez días han salido a la luz infinidad de frustraciones y problemas políticos de esta sociedad, que siempre parecieron insalvables o invitaban a la resignación.

Me he emocionado al ver el talante de los manifestantes que han hablado por distintos medios, (la radio, internet) sobre su visión de la protesta del 15M. Es amplísimo el espectro ideológico, de edad, de procedencias. No creo, como dicen algunos, que sea un movimiento dirigido por, supuestamente, sus principales beneficiarios, es decir, los partidos minoritarios, aunque en este mundo tan cruelmente manipulador, tampoco sería descartable. En cualquier caso, me produce una gran satisfacción y un rayo de esperanza, que la gente se eche a la calle y se una, por una vez, en torno a una idea, o en torno a un puñado de ideas. Incluso tiene razón el vocero del PSOE, Gabilondo, en su chiringuito recién montado, al decir que vivimos un momento de extraordinaria confusión. Pero no por las razones que él apunta (los malos del PP, claro). Es que hay tal cantidad de cosas que deben cambiar, que no se sabe por dónde empezar. Son individuos como Gabilondo los que deberían pasar a un tercer o cuarto plano en este país. El adoctrinamiento desde el periodismo (ideológico y partidario) no es nada sano.

Nunca he sido partidario del blanco y negro en lo social, nunca he creído en malos y buenos. Estoy cansado del juego PP-PSOE. Se reparten el pastel como lo hacían las derechas e izquierdas en tiempo de Cánovas. Ese bipartidismo se repite y reedita en buena parte de Europa y Estados Unidos, limitando la realidad a una simple moneda (nunca mejor dicho) con dos caras, aunque bien podría ser un billete de 500 euros. Sólo hay, parece ser, dos modos de ver las cosas. Y no, hay muchos más.

El bipartidismo consigue que cierta clase política se instale en el poder, ya sea gobernando o como oposición. En todo caso, difícilmente representando a un pueblo al que escuchan muy escasamente como regla general. Más bien se ríen de él. Dentro de los partidos se reparten el botín entre unos pocos, asignando demarcaciones por métodos dispares, a veces democráticos, a veces no, en cualquier caso, de espaldas a la sociedad en general, y sólo teniendo en cuenta a sus militantes. No entra savia nueva y se quedan los "políticos profesionales", que con medrar en el partido tienen la elección asegurada porque "como no hay otra cosa que votar..."

La disciplina de partido convierte esas dos únicas formas de ver el mundo en aún más monolíticas y limitadoras. Sólo existe, pues, la visión de los dos líderes, o de sus cúpulas. ¿A tan limitado elenco reducimos la creatividad política española?

Sí, los votantes tenemos tanta culpa por lo que sucede. No apostamos por otros partidos por miedo a lo desconocido. Mejor lo malo conocido. Pero las campañas están diseñadas, como el sistema electoral español, para reafirmar a los que ya están. La Junta Electoral, que por lo visto "vela por la claridad y la libertad" y no sé qué más, durante la campaña, parece no entender que lo que se necesita, precisamente, es dar voz a las todas las propuestas, para que el ciudadano las conozca. Pero a todas, no a las dos de siempre. Y sin embargo, los espacios publicitarios y el dinero que se gasta en campaña va, precisamente, para los dos partidos mayoritarios, para seguir dando vueltas sobre el mismo círculo absurdo de autoalimentación. Institucionalización de los partidos y parálisis del sistema democrático.

Las listas cerradas completan el mecanismo de control político. Votamos a un partido para que ellos decidan quién nos gobernará. Por lo visto, quién realmente importa poco. Lo que importa es el ideario, es decir, ese montón de promesas que apenas se cumplen. En el camino, cuelan todo lo que no prometen y sí hacen: enriquecimiento, machaque de los más pobres, partidismos, peleas infantiles, etc.

Así pues, es rara avis el político independiente, todos son franquicias del poder central.

Las campañas son tediosas y aburridas, incluso irritantes. Los mismos eslóganes, repetidos o remozados, pero con el mismo tufo, el mismo marketing descarado con fotos retocadas, frases hechas, asesores de imagen, directrices, las mismas arengas ya vacías de contenido, apelando a lo más básico del ser humano y manoseando los más nobles conceptos en pro de otros cuatro años haciendo lo que les da la real gana.

Y nosotros, los votantes con dos o más dedos de frente, ¿qué se supone que debemos hacer? Pues tan imbéciles somos que seguimos haciéndoles el juego, en el único y solitario acto de soberanía que nos dejan cada cuatro años. En eso se queda nuestro "poder" tan declarado en la Constitución.

Por eso me produce esta gran esperanza que la ciudadanía se indigne, porque hace mucho tiempo que yo estoy indignado en cada campaña electoral y durante todo el año con esta panda de mangantes que viven de las instituciones, gastan lo que no es suyo, y si no les llega se endeudan, que ya pagarán los de siempre. Así tenemos en este 2011 este sector público, absolutamente desproporcionado y sin capacidad legal para dejarlo en su tamaño razonable. A ver quién le dice a toda esa gente, que los que producimos con nuestro sudor cada euro que ganamos, no podemos pagar a tantos miles de personas para que tengan sus excedencias, sus vacaciones de 30 días, sus moscosos, sus cafés de 11 a 12, sus trienios, cuatrienios y quinquenios, sus sillas calentadas, sus bajas, sus sueldos del grupo A garantizados. No es que no quiera que la gente disfrute eso, sino que es irreal que un país que no produce tanto tenga ese gasto tan desaforado. Yo creo que hay muchos funcionarios que trabajan mucho, pero hay demasiados que no hacen nada y cuando tu sueldo no responde al producto de tu trabajo, sino a una ley que lo marca y lo obtiene de los impuestos ajenos, conviene asegurarse, al menos, de la necesidad del puesto y de su productividad social. El dinero no se hace en la Casa de Moneda y Timbre.

¿Qué hay que cambiar, pues?
Listas abiertas: que sepamos a quien votamos, y que se promocione la creatividad y la diversidad entre la clase política.

Otro sistema electoral: que los votos se reflejen más fielmente en la representación política. Que todos los votos valgan lo mismo sean del partido que sean.

Democracia electrónica: hay que empezar a preguntarles a los ciudadanos lo que quieren. Y los medios técnicos ya están ahí. Ya no somos un rebaño de borregos. Somos gente informada, al menos algunos.

Campañas electorales equitativas: las campañas no sirven para nada. Ignoro si tiene sentido este juego de arengas y mítines. La campaña dura cuatro años y consiste en ver si se ha hecho lo prometido y cómo se ha hecho. Si te has enriquecido, si no has sabido hacerlo, a la calle. Que venga otro.

Publicidad y control de la gestión pública.

Y creo sinceramente que hay que despedir a un 20-30% de los funcionarios de este país. Es insostenible.

Estoy impaciente por ver cómo evoluciona este movimiento. Yo seguiré apoyando e informándome, acudiendo a las concentraciones. Porque el mundo cambia y yo quiero ser parte de ese cambio.


domingo, 17 de abril de 2011

Resurrección

La primavera ha llegado y con ella resucito yo, y casi en plena Semana Santa, celebro también otra resurrección más importante, con mayúsculas. Estos días de sol y temperaturas agradables me han dado la señal, el pistoletazo de salida a esa mitad del año que disfruto casi el doble que la otra. He vuelto a pasear por las vías de la Estación de la Esperanza, por los caminillos del Pinar de Antequera, por los nuevos barrios de Las Arcas Reales. Como un buen amigo me explicaba el otro día, lugares a los que nos gusta volver como una paradoja de la ausencia. Y yo lo hago con frecuencia, y no sé si es una catarsis, o una simple costumbre, o un apego al pasado...En realidad lo único que hago es disfrutar del sol y del momento mágico del mediodía, para absorber la energía del astro rey y, de paso, recordar... Habría mucho que contar. A mis 41 años, la palabra pasado va adquiriendo muchos nuevos matices y significaciones. Cada vez es una parte más abultada de mi vida, y a medida que ésta avance, quiera Dios, se agrandará y se agrandará hasta hacerse enorme. Y me niego, me niego a mirar a esos 41 años como si fueran más importantes que los que me quedan, y más aún, que la eternidad.
¿Pues no empecé por ahí? Resurrección.

La vida ha querido (o quizá yo mismo, inconscientemente) que me rodee de personas no creyentes, o de creyentes que viven como si no creyeran. Desde que me independicé, ese ha sido mi sino. Cada vez es más fuerte el empuje del ateísmo (práctico o implícito), y nos esperan tiempos de relativismo absoluto e indefinición. Cada vez me siento más isla en un mar de rechazo a mi fe católica. Cada vez resulta más arriesgado decir que vas los domingos a misa, que rezas a veces el oficio divino. Una parte creciente de personas perciben la fe católica como una amenaza, como una creencia caduca. Y todo porque Dios sigue escondido y silencioso, porque no sale en televisión ni existe para la ciencia, porque es tan fácil pensar que no existe como desentenderse y plegarse a las sensaciones del mundo físico y sensorial. Porque no te lo vas a encontrar por la calle, y porque el mundo parece decir, de alguna forma, que Él no está, que se ha ausentado o que nunca estuvo. Pero ¿hay algo más absurdo que pensar en el azar como razón de la existencia de todo?

Las palabras de los obispos y del Papa son recibidas, frecuentemente, con indignación, indiferencia y burla. Lo cierto es que mucha de la culpa de que eso sea así es de la propia Iglesia, es decir, mía y de mis compañeros en la fe, y de la jerarquía eclesiástica, que van haciendo campaña (a veces lo parece) contra sí mismos con sus palabras y obras, o con sus omisiones. Es verdad que se les exige todo y más. Se les exige que sean perfectos, más perfectos que nadie "porque deben hacer lo que predican".

Yo espero que esta deriva sea un revulsivo eficaz, que empecemos de cero, a ser de nuevo cristianos y que lo que por el momento se "da por hecho" (las conquistas de una civilización de base cristiana que ha olvidado su origen), sea valorado cuando falte. Que nunca más se caiga en el error de imponer la fe a nadie, ni de darla por sentada, ni de convertirla en un convencionalismo social, porque ni Dios ni Cristo la impusieron en modo alguno. Tanto es así, que parecen ausentes, que si uno quiere puede ignorarles.
Ni que se cometan crímenes con sus emblemas.
Quizá sólo entonces se entienda el valor de la doctrina cristiana, y se despoje a ésta de las ideas y matices peyorativos que ha ido almacenando tras dos mil años de historia (es decir, de errores, que se ven mucho más que los aciertos).

La realidad actual es que las palabras de significación cristiana (sacerdote, fe, doctrina, Iglesia, cura, amor, celibato, santo...) producen rechazo en la generación menor de 30 años. Producen mucho menos rechazo que, por ejemplo, palabras de otras religiones (hinduismo, budismo, Islam) a pesar de que la vida en los países donde estas religiones se practican de forma institucionalizada dista bastante de los ideales que, suponemos, tiene esa generación y que la tolerancia no es precisamente, nota identitaria de algunas de ellas.

En el pasado, la gente era, en gran parte, analfabeta. Bastaba con un poco de palabrería, un poco de miedo. La Evangelización era más sencilla, quizás. Hoy, la gente tiene información. No sé si mucho sentido crítico (me temo que no mucho), pero desde luego, información, a raudales, tan a raudales que podríamos llamarlo sobre-información, e incluso confusión.
Ya no basta con explicar la historia sagrada con métodos de hace 100 años. Ya no basta con decir, creed. Hoy, la única opción es la vida consecuente y la absoluta honradez y coherencia. Para explicar a Jesucristo ya no basta con dar cuatro datos o con leer pasajes del Evangelio. Las palabras ya se han oído mil veces, ya se han manoseado, pervertido y adulterado.
Yo no tengo la receta mágica.
Es más, la gente parece no querer ser "salvada" de nada porque no se ven esclavos. El dinero y la ciencia parecen solucionarles mejor la vida que una serie de creencias, escalas de valores y pautas de conducta. Ya de la vida eterna, ni hablamos. Porque no existe. La muerte sucede pero no hablamos de ella, y si hablamos es para nombrarla, simplemente, sin preguntarnos ya qué hay realmente detrás de ella. Entramos en el ámbito del oscurantismo. La mayoría piensa que es algo fuera de nuestra capacidad. No les importa. Prefieren pensar que, en todo caso, no tienen modo de influir en esa vida futura, sea como sea. En realidad, se trata de una forma de optimismo mágico e irresponsable.

Y como vivimos muy deprisa, y el tiempo se cuela como el agua en una cesta, ya no tenemos tiempo ni para pensar qué nos espera más allá de ese momento funesto, doloroso, de la muerte.

Yo, como bicho raro que soy, o al menos como me veo yo en mi círculo social, sí pienso en qué será de mí más allá de esta vida. Y no me parece que obviar el tema sea una buena solución.

viernes, 8 de abril de 2011

Opresión financiera

Una de las cuestiones más indignantes de esta tan traída y llevada crisis, es la cuestión de las hipotecas (al fin y al cabo, uno de los problemas centrales de la misma) y la dación. En España, a diferencia del resto del mundo (o al menos del que tengo noticia) cuando firmas una hipoteca, te pringas no sólo hasta que la pagas, sino que la casa se convierte en una falsa garantía y pringan hasta tus herederos y, supongo, los herededos de tus herederos, ya puestos. Una nueva versión de las castas. No basta sólo con que te mueras pobre y sin lugar propio donde caerte muerto, sino que además tus herederos tienen que pagar el diezmo a los nuevos Señores: los bancos... Esos pobres nuevos terratenientes que se las ingenian incluso para ser “rescatados” con el dinero público en nombre de la “estabilidad” del sistema entero, después de haber hecho dinero a esgalla.

Ningún análisis con un mínimo de sentido común puede respaldar o defender la actual legislación, y sólo puede entenderse como una sutil dictadura de quienes mandan en este bendito mundo: los que tienen la pasta, el poder económico, y la clase política, a veces rehén y casi siempre ávida colaboradora y participadora.

He oído razones del tipo “no se pueden cambiar las reglas a mitad del partido”, defendiendo el derecho de las entidades financieras a que se respete lo que se ha firmado y en las condiciones en que se ha firmado. ¿Pero qué clase de condiciones y reglas son ésas, que se sostienen en una arbitraria y, subrayo, fraudulenta tasación de las propiedades hipotecadas. ¿Es que no hay regulación de las tasaciones? ¿Hoy puedo tasar 100 y dentro de un año taso 70 y no pasa nada?

El mismo concepto de hipoteca establece que yo pongo mi casa (no el valor que alguien, caprichosamente le adjudica) como garantía del pago de mi deuda. Ahora que el valor de mi casa no “le vale” al banco, me encadenan de por vida a un pago que yo calificaría de extorsión.

Y ¿qué pasa si, encima, llega un momento, como llegó hace unos años, en que o te plegabas a las leoninas condiciones hipotecarias (presentadas entonces como una especie de barra libre) o sencillamente no podías comprar una casa y disfrutar de ese derecho constitucional del que nadie habla? ¿Cuál era la opción? ¿Un mercado del alquiler igualmente inflado? Porque si la gente se lanzó a comprar pisos a unos precios desorbitados fue, entre otras razones (sin olvidar la insconsciencia y la irresponsabilidad) primero porque necesitaban una casa donde vivir, y segundo porque salía mucho más económico pagar una hipoteca que pagar un alquiler, aparte del hecho de tener una propiedad que dejar a tus hijos al final de tu vida. Y tampoco había alquileres para todos los demandantes de vivienda.

Así pues, que alguien me diga dónde está el problema aquí; me refiero a las dudas sobre si se debe reformar el actual marco legislativo de las hipotecas y lograr que miles de personas dejen de trabajar todos los días de su vida para pagar un piso que ya no tienen ni tendrán, mientras se espera que paguen además sus impuestos y saquen para mantenerse a sí mismos y a su familia. Y habrá ocasiones, además, que tengan que pagar una pensión a su pareja divorciada, otro de esos temas que será bueno analizar. Que se hable de estado de derecho y de estado del bienestar en estas circunstancias es, como mínimo, cómico. Ya de igualdad de derechos, y de derechos constitucionales ni nos lo planteamos. Últimamente la Constitución se ha convertido en una especie de papel higiénico que se toma y se deja para justificar toda clase de tropelías.

Es verdad que el mundo está cambiando. La información se cuela por todas partes y, por una vez, la frenética velocidad con que vivimos juega a nuestro favor. Internet está logrando la formación de una conciencia planetaria, consistente en saltase las barreras del espacio físico y las capacidades naturales del ser humano (ver y oír lo que sucede sólo a nuestro alrededor). Yo confío en esta nueva conciencia, porque la unión será la única defensa real contra estas nuevas formas de dictadura y opresión económica sutiles y en apariencia muy democráticas.

¿Exagerado? Puede. Es verdad que si uno no quiere no firma una hipoteca, pero la presión social y la falta de opciones actúan aquí como un callejón sin salida.

Espero que pronto cambie la dinámica de la representación política gracias a los medios electrónicos. Es la única posibilidad de lograr una auténtica representación democrática y de parar los abusos.