lunes, 20 de noviembre de 2017

Destino Inglaterra

Aunque apenas escribo ya en este blog, de Pascuas a Ramos lo recupero, sin avisar y sin premeditación, como me gusta a mí.

El pasado noviembre di un paso importante en mi vida. Un paso que me costó Dios y ayuda. Emigré. Mi empresa y la forma de llevarla no tenían visos de éxito, más bien de lo contrario, así que me miré en el espejo y me pregunté, como tantas veces, hacia dónde quería ir, cómo iba a salir de mi particular crisis. Y como llevaba años deseando tener la experiencia de vivir en Inglaterra, pues me dije, esta es la oportunidad. Ahora o probablemente nunca. Y acá me vine, a la Pérfida Albión.

Lo decidí también gracias al apoyo de mi compañera de piso y gran amiga que es Nuria de Torres, que, como otras benditas mujeres de mi vida, me trata algo mejor de lo que realmente merezco.

Llevo en Inglaterra casi ocho meses. Mi decisión de venir fue acertada. Tenía que hacer algo y tenía ilusión por vivir aquí. Pero las expectativas que traía, por cierto, otro de mis defectos, eran ligeramente altas. Esperaba casi todo de este país, que desde fuera parece tan moderno, organizado y cívico. No es para tanto. Las expectativas son el germen de una decepción.

Tengo mucho que agradecer a este país. Conseguí trabajo en 3 semanas. Lo único que se me pidió es experiencia, ganas de trabajar y encajar en el perfil de persona que buscaban. Ni títulos, ni complicadas pruebas. Sólo una entrevista que fue de todo menos típica. Ni me hicieron las preguntas (con frecuencia manidas y bastante inútiles a mi entender) que suelen hacer en algunas empresas españolas, ni me pidieron 25 certificados. Aceptaron el handicap de un idioma inglés en general bueno, pero no perfecto, ni siquiera fluido. Valoraron mi experiencia como autónomo, un lobo solitario que se montó un gestor de contenidos a contracorriente y reinventando la rueda, cosa que en España sería bastante dudosa, porque allí triunfan los amiguetes, los que tienen un título de ingeniero (de la rama que sea), los que no cobran porque son becarios, y en fin, no sigo que me cabreo. Y ahí sigo, trabajando, cobrando un sueldo digno y por fin, ahora, en mi propio apartamento alquilado del centro de Manchester.

La cuestión social no ha sido tan positiva. En Reino Unido, generalizando (y por tanto siendo injusto) la gente se ignora maravillosamente. Se ignoran por la calle, en las tiendas, en todas partes. Atienden con esa amabilidad bien aprendida en un cursillo rápido de atención al cliente, pero carecen de calidez y corazón en lo que dicen y hacen. Resulta un tanto decepcionante, especialmente después de haber vivido en lugares donde la gente aún conserva esa cercanía y esa autenticidad de un gracias bien dado, o de una broma o una risa, o de una conversación improvisada sin conocerte de nada. Benditas islas Canarias.

Esto no quiere decir que no haya encontrado personas excelentes, empáticas y cálidas, pero, desde luego, han sido pocas.

martes, 2 de junio de 2015

El año de prueba del populismo

Todas las elecciones son importantes pero las del pasado 24 de mayo han sido cruciales, porque llevamos los cuatro o cinco años más negros de la historia reciente en casos de corrupción política. Nos han robado miles y miles de millones de euros que están ahora en cuentas suizas y bolsillos indignos. Nos han mentido y se han escudado para ello en una herencia de la que llevan tirando toda una legislatura. Podrían seguir haciéndolo durante otras dos. Ya no se trata de razones, sino de eslóganes y marketing. Los partidos, hasta ahora, no explican, sólo lanzan mensajes cuidadosamente estudiados y redactados por expertos vendedores de ideas. Cuando el PP redactó su programa electoral en 2011 sabía perfectamente la herencia que recibía pero, admitámoslo, nadie gana las elecciones diciendo que va a aumentar los impuestos, quitar derechos, recortar en educación y sanidad, congelar salarios. Lo grave es que, después de haberlo sufrido en nuestras carnes, sigamos confiando en quien nos engañó y sigamos apoyando a quien robó, o permitió el robo.

¿Tenían que haber sido lo suficientemente honestos y decentes como para admitir que había que tomar duras medidas de ajuste? ¿O en España hay que mentir para gobernar?

Los defensores del actual gobierno dicen que era necesario hacer todo esto, que estábamos en una situación de bancarrota y había que recortar. En efecto. A una persona poco ducha en economía, es decir, la mayoría de los españoles, se lo puedes contar de forma simplista y se lo creerá. Lo importante, sin embargo, son los detalles. Claro que hay que recortar, pero ¿dónde y cómo? ¿Se ha recortado a las asignaciones a partidos políticos? ¿En las prebendas y lujos de las instituciones del Estado, como Congreso y Senado, y de los cargos políticos en general? ¿En los sueldos de asesores, en las tarjetas opacas, en las ayudas a bancos? ¿En los gastos institucionales? ¿En empresas y organismos públicos que se solapan? ¿En parlamentarios nacionales y autonómicos que lo único que hacen es calentar una silla y apretar un botón ya que sólo pueden hacer, decir y votar lo que dice el presidente de su partido?

No. En cambio se ha recortado drásticamente (racionalizar gasto, le llaman) en colegios, becas de estudio, hospitales, intervenciones quirúrgicas, pruebas diagnósticas, fármacos, material sanitario, dependencia, apoyo a la cultura. Se ha recortado drásticamente en proyectos de investigación, que son la mayor apuesta de un país por la competitividad y la cualificación profesional. Se ha recortado en ayuda al desarrollo. Y se les ha aumentado los impuestos a los españolitos que pagan impuestos, perdonando, en cambio, a los que no los pagan (amnistía fiscal, regularización o como quiera llamarse). A éstos últimos se les hizo una rebajita del 85% con tal de que pagasen el 15% restante. Qué casualidad que entre los beneficiados estuviera el señor Rato. Nunca nos hubiésemos enterado, pero el control de la información nunca es completo. Dentro de unos años quizá nos enteremos de otros nombres de la lista de anmistiados. No creo que haya sorpresas, pero ya se lo habrán gastado.

Hemos visto asombrados el dinero tirado en cursos de formación de cartón piedra cuyo único objetivo era justificar una subvención, y ¿se ha hecho algo para evitarlo? Nada en absoluto.

Dijeron: “Evitamos el rescate y una pérdida de soberanía”. Lo único que perdimos es la oportunidad de que las autoridades europeas obligaran a este gobierno podrido a reformar de verdad, a cortar sus ataduras con el poder empresarial y clientelar. Portugal o Irlanda, países rescatados por la Troika, crecen actualmente al mismo ritmo que nosotros, pero no están endeudados en casi el 100% de su PIB. ¿Ha explicado el gobierno actual cómo piensa pagar esa deuda jamás vista? ¿Eran éstos los que decían, refiriéndose a Zapatero, que no se podía gastar lo que no se tenía?

Hay algo peor aún: la indiferencia, el pasotismo y la ignorancia. Que nos roben y engañen, y todo ello lo hagan mientras estamos sentados sin hacer nada. Estos, los que siguen sentados y miran impasibles, son los que no votan por decisión (disculpemos, si acaso, a los que no lo hacen por despiste), lo hacen en blanco, o siguen votando a los mismos sin ningún criterio más que el de la costumbre o el de la pertenencia (casi gerenacional) a un color. Eso o que se siguen creyendo lo del sacrificio necesario y las palmaditas en el hombro. El esquema bicolor (como la propia bandera) viene de siglos atrás. Las dos Españas. Un esquema que nos mantiene en el atraso y que reproduce una dinámica de toma y daca estéril, en la que siempre ganan los mismos, alternativamente.

En la mayoría de países existe esta división de derechas e izquierdas. No es extraño, pero se mueven en otros códigos de ética pública. Hay una cierta decencia, seas de izquierdas o de derechas. Decencia que se ha perdido en nuestro país, y sin consecuencias, es decir, impunemente. Roban y mienten los de un lado y los de otro. Prevarican, benefician a intereses privados, practican el amiguismo y no se premia al buen profesional sino al amigo, al pariente, o al que paga la mordida. Es el triste destino de un país aún muy inculto, nos guste o no.

Mucha gente en este país vive en la hinopia. No se informa o se informa con medios tradicionales muy manipulados. La televisión pública, sin ir más lejos, es una televisión pro-gubernamental, con un cuadro directivo de informativos dirigido desde Moncloa. Los que gobiernan lo saben e invierten esfuerzos, tiempo y dinero en controlar estos medios. Por eso, entre otras cosas, han castigado a la cultura (tradicionalmente de izquierdas en nuestro país, yo diría obscenamente de izquierdas) a una subida de IVA desconocida en Occidente, y condenando a muchos negocios culturales, a muchos artistas, al cierre o al abandono de su actividad. En cambio se premian actividades de entretenimiento como el fútbol o el porno, esta última con un 4% de IVA, el superreducido, es decir, con un apoyo fiscal decidido y vergonzoso. No sé cómo se compagina esto con una postura “de derechas”. Se premia en definitiva, a cualquier actividad que no induzca a pensar ni a cuestionar. Se prefiere un pueblo que vea Sálvame cada tarde, vaya al fútbol o a los toros, y lea poco o nada. Papá Estado ya se encarga de todo. Hasta de pensar.

Pero en definitiva, ¿tienen la culpa los millones de electores que carecen de las ganas, la energía, la información, la cultura, o incluso el tiempo de analizar todas estas cuestiones y elegir sabiamente a un representante político? Tienen su parte de culpa pero no toda. Son también víctimas.

Así que las opciones actuales vienen a ser: votar al PP tapándose la nariz y por lo tanto diciendo amén implícitamente a toda la golfería que se alimenta de esas “manzanas podridas”, y al vergonzante programa de recortes en servicios sociales, y al continuismo en la política de control del mercado (que siempre beneficia a los mismos), y a la desastrosa política energética que castiga a todas las renovables y beneficia a las grandes petroleras, etc., etc., o votar al PSOE y reeditar casi con seguridad todos los errores de la época de Zapatero que nos llevó al desastre financiero, o votar a Podemos y marcas afines, que, por lo datos que tenemos, es una apuesta por el bolivarismo que ha llevado a Venezuela al colapso y a la corrupción generalizada, o votar a partidos reformistas como Ciudadanos o UPyD que por el momento demuestran ganas de cambio sensato, tolerancia cero con la corrupción, y gente nueva fuera de los círculos de poder, las puertas giratorias, las familias de siempre y que incluyen en sus propios partidos medidas que pueden garantizar que las palabras no se las llevará el viento.

sábado, 15 de noviembre de 2014

La deriva populista

Se habla mucho últimamente del pepinazo de Podemos en la política española. Un 8% de votantes en 4 meses de existencia no está mal. Aunque los cuatro meses han sido, en realidad, la cristalización visible de un proceso mucho más largo e importante que empezó un 15 de mayo.

Lo que se ha dado en llamar la "política antigua", o sea, el establishment, empezó ridiculizándoles, luego les puso a caer de un burro, por último metieron miedo y ahora están muy preocupados por la amenaza a su status quo, el de la partida de pingpong (esta legislatura yo, y dentro de dos tú).

A mi entender, siguen sin enterarse. Su modorra les impide ver más allá. El dinero da quehacer.

La prensa y los jueces nos están mostrando en cómodos fascículos diarios la enorme cantidad de recursos públicos que se han desviado a manos privadas ilegal e inmoralmente. A cualquier país con un poco de decencia y cultura se le caería la cara de vergüenza ante el panorama, pero la ciudadanía sigue enganchada en sus inútiles debates ideológicos y estúpidamente fiel a los mismos partidos que se reparten el pastel.

Podemos encarna la desesperación en la necesidad de cambio, de venganza y de justicia. Han demostrado un gran acierto: venderse como "los diferentes" gracias a una campaña de comunicación francamente buena. Realmente no necesitan programa. Sólo lo esencial para darle forma al proyecto, algo que suene bien, coherente con su imagen, y ya tienen algo seguro: las reivindicaciones de aquella Democracia Ya. Un nodo directo al corazón de la gente. Dicen lo que muchos quieren oír y además, con ese 8% de votantes y casi un 30% en intención de voto en las encuestas, demuestran que, efectivamente, pueden. La quimera hecha realidad. El ajuste de cuentas al alcance de los dedos.

En la Historia se pueden leer casos como el que nos ocupa. El más famoso, el del ascenso del Partido Nazi en una Alemania humillada, vale, creo yo, como paradigma de cómo utilizar la ilusión de la gente para llegar al poder en una situación desesperada. No es que Podemos sea el Partido Nazi, ni mucho menos, pero analizando el origen, la vida y las palabras de sus dirigentes, uno puede llegar a conclusiones que no dejan mucho lugar a la confianza. Basta con escuchar las alabanzas de Pablo Iglesias al régimen chavista en Venezuela o cualquier simple debate en televisión donde se intercambien razones basadas en hechos reales.

¿Quiere esto decir que la gran esperanza no es tal? ¿Que estamos como antes? ¿que tenemos que resignarnos a una década más de partida de pingpong? En absoluto.

Podemos es la punta de un iceberg, el de la nueva política.

Lo único que ha cambiado verdaderamente en este país es el acceso a Internet y a las redes sociales. El resto sigue como antes: la incultura, el incivismo, la corrupción, la corteza de miras, campan por sus respetos. Pero la información va llegando, gracias a Internet, hasta aquellos que se interesan por recibirla, y la información es poder. La falta de interés de la ciudadanía por quienes los dirigen ha terminado en una merienda de negros que nos ha sumido en una considerable pobreza. El último informe de Cáritas da escalofríos.

Gracias a la información más plural y menos controlada que circula por Internet, estas personas están recuperando un cierto interés y una nueva responsabilidad. Descubren que no son pobres porque son víctimas de los corruptos, sino por su propia ignorancia y su falta de responsabilidad en la participación política. Cada cual a su nivel y en distinta manera. Podemos es política online.

Seamos claros: los políticos son, como ha dicho tantas veces Pérez Reverte, reflejo de su sociedad, y en un régimen democrático como el nuestro, si alguien está en el poder es porque le han votado. A nadie le obligan con una pistola a votar a un determinado partido. Lo que pasa es que en un sistema de listas cerradas como el que padecemos, no llegan a lo más alto los más honrados, pongámoslo así. Así está montado el sistema de partidos español actual. Llegan los que más trepan, y de cualquier manera.

La asignatura pendiente en España, así pasen los años, no es sólo el I+D, ni el crecimiento, ni el paro, ni la corrupción. Es la educación, en todos sus aspectos. Si no educamos ciudadanos con una moral y una ética basada, al menos, en el civismo, no dejará de haber corrupción, maltrato, machismo, separatismos y desempleo. Lo que más urge es dar un vuelco absoluto al sistema educativo, y dedicarle la financiación que merece, o sea, toda la posible.

Me parece bien que Podemos, o quien sea, mueva los cimientos del establisment y obligue al país a una mayor implicación en la política. Hay partidos nuevos que están deseando hacer las cosas de otra manera. Démosles una oportunidad y ejerzamos nuestro derecho constitucional a detener la orgía de corrupción actual.

Por cierto, me hace mucha gracia cuando el Partido Popular y el PSOE hablan de la "máxima contundencia contra la corrupción" que, por lo visto, consiste en quitarles el carnet del partido. A veces me da la impresión de que creen que el público es idiota.


viernes, 18 de mayo de 2012

Crisis de la crisis

Empiezo a estar un poco cansado del asunto de la crisis. Los informativos nos machacan con toneladas de información económica consistente en datos, normalmente válidos durante 24 horas, que lejos de darnos una visión de conjunto enmarañan aún más el negro panorama. También nos alarman y nos hacen pensar que nos dirigimos hacia un desastre, una catástrofe, algo que hará tambalear nuestras vidas.
Cada vez más tiendo a pensar que todo esto no es más que el teatro mediático, esa obra que interpretamos todos bajo la dirección artística de los medios de comunicación y que de muchas maneras es irreal porque no trata tanto de lo importante sino de lo que nos quieren hacer pensar que es lo importante. Incluso nosotros mismos terminamos pensando de esa manera.


No. Lo importante siempre fueron los valores que sostienen nuestras vidas, nuestros actos! Y sobre todo, las personas. Esos valores cuya ausencia ha causado la dichosa crisis, que no está siendo cosa distinta de robo, codicia, corrupción y deshumanización. El sistema económico sigue siendo el mismo de siempre, pero ahora resulta que no funciona. No. Nunca funcionó. Ha llegado el momento en que no cabe más porquería bajo la alfombra: pobreza, marginación, injusticias y abusos por todo el mundo mientras una minoría mundial se dedicaba a vivir bien a costa de los demás. No, la globalización que significaba fabricar barato para vender caro ha terminado por dar la vuelta a la tortilla. Ahora todos competimos. Sí, la tan cacareada competitividad, que empieza a sonarme un poco hueca. Desde siempre se nos educó en una "sana" competitividad que consistía en hacer las cosas lo mejor posible, en la excelencia en el trabajo, el esfuerzo. Pero cada vez más, se está convirtiendo en una carrera de codazos, en la que el último no cuenta, es un paria, un vago, un desecho. Competimos en un sálvese quien pueda, en un gano para que tú pierdas. No me convence. Entiendo que la misma vida tiene algo de competición natural y la misma naturaleza es cruel. Pero esto quizá es una fase que hemos de superar loa seres humanos, y dejar de competir tanto y colaborar más. No entiendo porqué tenemos que ir por la vida en fila india, primeros, segundos y así sucesivamente, en lugar de ir agrupados. No es que crea en la igualdad absoluta pero sí creo en la comunidad.

Parece ser que estamos en un círculo vicioso destructivo. Antes todos teníamos o tenían mucho dinero, y ahora nadie tiene nada, ni siquiera los bancos que es donde se supone que está. ¿Qué ha pasado? ¿Dónde ha ido a parar en tan poco tiempo? No se entiende. No terminan de explicarlo. Desde luego que algo no funciona en el sistema económico que en lugar de tender a la estabilidad, tiende justo a lo contrario y cíclicamente se colapsa. Eso sí, se colapsa para una mayoría pobre, y los de siempre siguen nadando en la abundancia; es más, en estas crisis algunos hacen su agosto y aumentan aún más si cabe su riqueza.


Yo, en mi ignorancia, identifico algunas dinámicas que no me cuadran. No me cuadra que obligatoriamente tengamos que tener nuestro dinero en un banco, que hace con el lo que le place sin control. No me cuadra que la clase política siga actuando como lo hace impunemente con las herramientas de información de que disponemos y que encima sigan saliendo elegidos. No me cuadra que la gente no reaccione ante lo que sucede y sigan actuando como si nada ocurriese. Sinceramente creo que es un problema de formación, de educación, de responsabilidad personal. Mientras los valores que difunden los medios y que se respiren socialmente sean el beneficio económico sin más y a precio de valores de todo tipo, la cosa pinta mal.


Sigo pensando que la pérdida de valores cristianos está detrás de todo esto. Al final, nuestra conciencia se ha quedado huérfana. Sí, no digo que los cristianos sean los únicos valores válidos, pero sí digo que son los de referencia, se acepte o no. Somos hijos de una civilización cristiana que predica el amor y la dignidad de todo hombre por igual, y de ahí nacen los derechos universales y todo aquello de lo que "presume" la civilización occidental. Ahora queremos renegar de nuestros orígenes y estamos haciendo añicos la misma barca en la que navegamos moralmente hablando.


Hay una corriente social dominante que se alimenta ideológicamente de falsedades y de ideas cínicas. Se retuercen los conceptos hasta darles la vuelta, y se hace parecer lo negro blanco y lo blanco negro. Hablo del aborto, sí, pero de otras muchas cosas. Hablo del derribo lento pero continuo de la libertad de pensamiento, y sobre todo del de la Iglesia Católica, que por lo visto molesta porque no coincide con los nuevos contravalores.


Por qué no hablar, por ejemplo, del acoso a Monseñor Pla, por decir en una homilía que la vivencia de la homosexualidad que predican los colectivos LGTB puede acabar para muchos en un infierno y que hay otra forma de vivirla. Por decir eso le demandan e intentan expulsarle de Alcalá de Henares. Es decir, no se puede criticar la forma de vida de algunos homosexuales que reducen su vida poco más o menos a cuántos tíos se follan a la semana, y que se sienten orgullosos de esa forma de vida que empieza y acaba en su aspecto genital. ¿Cómo tolerar que haya personas que decidan no aceptar como definitivas e inmutables sus tendencias homosexuales y opten por vivirlas como un desorden de su personalidad que se puede modificar? Ah, no. Eso, por lo visto, es incitar al odio y la discriminación contra los homosexuales. Y se quedan tan anchos, y la gente les aplaude, sin haberse parado a pensar ni dos minutos la verdad y la base de tales afirmaciones.

Lo que quizá falta, y ahí falla la iglesia, es recordar que lo mismo se podría decir de los heterosexuales que se dedican a ir a clubs de alterne. El mismo infierno es ése que el de los clubes de hombres.

Se piensa, quizá, que la Iglesia es muy cansina con el tema sexual. Parece una fijación. Suscribo. Mucho más graves son otros comportamientos que brillan por su ausencia en las homilías y son igual o más inmorales que irse de putas o de putos.

domingo, 15 de abril de 2012

Por qué soy monárquico, hasta hoy

Sigue el debate sin fin entre monarquía y república en España. Lo que no sé si saben los republicanos españoles, al menos una parte, es que la mayoría de los monárquicos no tenemos nada contra la república y sí contra la apropiación de ésta por parte de la izquierda política. O sea, que parece que si eres republicano en España tienes que ir con todo el pack, y ser anarcosindicalista o, como mínimo, de Izquierda Unida. Las experiencias republicanas en España, aunque tuvieron aspectos positivos, resultaron en general un desastre, precisamente por la radicalización política. Pero la república, en teoría, es lo más lógico. Mucho más que la monarquía, que es un préstamo del pasado político, pero en España la monarquía, es decir, la familia Borbón, ha hecho un buen servicio al país por ser una instancia separada del juego político, un árbitro culto y preparado a salvo del ciego bipartidismo y de las eternas dos Españas. Los Borbones se han preparado desde pequeños para ser lo que son, y no lo han hecho mal, hasta ahora. Desde que el rey Juan Carlos se rompió la cadera en Botsuana en una cacería de elefantes, yo ya no soy más juancarlista, porque me parece un desubicado. Este hombre está mayor. ¿A quién se le ocurre en el peor mes de crisis irse a un país africano a practicar un deporte de rico excéntrico y encima cargándose a precio de oro a animales en grave peligro de extinción? Máxime cuando tiene a un yerno acusado de corrupción y aún están frescas sus declaraciones un tanto paternalistas sobre su preocupación por la falta de trabajo de los jóvenes y la difícil situación del país. Denota escasa sensibilidad. Seguramente habría podido ser un viaje más de los muchos que hace a lo largo del año, de los que no se enteran más que la Casa del Rey, el gobierno y los cuerpos de seguridad. Pero hete aquí que, como es lógico al poco tiempo de una operación de rodilla que le ha tenido con muletas varios meses, su majestad se rompe la cadera, y tiene que destaparse todo el incómodo pastel. No está el horno para estos bollos. El nieto Froilán juega a su tierna edad con escopetas de caza y se agujerea el pie y al abuelo hay que traerle desde Botsuana porque a su edad se pone a jugar a los safaris. Y la abuela en Grecia en la Pascua ortodoxa. Menos mal que nos queda Felipe. La llegada de una república es probable que se materialice antes o después. Estas cosas sólo aceleran el proceso. Si la izquierda deja de apropiarse del republicanismo, quizá nos podamos encontrar en ese territorio.

sábado, 11 de febrero de 2012

Reforma nacional

Se acaba de publicar la reforma laboral del gobierno Rajoy y, como si de una ley natural se tratase, los sindicatos han anunciado marchas en contra y probablemente una huelga. El PSOE, siguiendo un guión muy poco original (el guión de los partidos que sostienen el bipartidismo en España) rechaza la reforma, como si fuera defensor de los trabajadores y centrándose exclusivamente en la pérdida de derechos. La complejidad creciente de la economía hace difícil estar seguro de la oportunidad y justicia de las medidas que se toman, pero después de escuchar a expertos nacionales e internacionales de distinto signo parece claro que la reforma va en el buen sentido: abaratar el despido (que insisten en llamar eufemísticamente rigidez), quitar el poder a los sindicatos y bonificar la contratación de jóvenes, entre otras muchas y variadas medidas.

No es que vaya yo ahora de neoliberal, ni que piense que los sindicatos son intrínsecamente malos, pero creo que si hay que apuntar culpables, los hay de uno y otro lado. Como siempre. Los sindicatos han demostrado pocas luces en los últimos años. Siguen en un planteamiento decimonónico, a lo sumo del siglo pasado, de defensa cerrada de una clase social en unos términos anacrónicos. Ese frente de lucha, con arenga, pancarta, pito y cacerola, consignas y paros, ya no es tan útil como antes ni tiene mucha razón de ser, porque la clase trabajadora no es una casta, ni un gueto de pobreza sin salidas. Ser trabajador, hoy día, es una opción, y además no definitiva que podemos cambiar varias veces a lo largo de nuestra vida.

La economía de muchos países con baja tasa de paro nos dice que el secreto del casi pleno empleo no está en las barreras al despido, sino en la abundancia de empleo, en la movilidad laboral, en la formación, y en la seguridad (flexeguridad, la llaman) durante las inevitables etapas de desempleo que se dan en los cambios de empresa o en etapas de maternidad, enfermedad o excedencia.

Un empresario, y estoy pensando principalmente en los pequeños, debe tener el derecho a echar a cualquier empleado cuando lo necesite, igual que el empleado tiene derecho a marcharse cuando lo desea. Es un acuerdo entre dos personas y debe regirse por reglas de libertad. Lo importante es que haya una red de protección ante las etapas de paro, una estatal, con un subsidio suficiente pero que no incite a la vaguería y el morro, y otra privada, con un dinamismo suficiente del mercado laboral, que siempre ofrezca posibilidades. Lo que no puede ser es que haya gente que se tome años sabáticos a costa del erario público, o que cobre fraudulentamente. Eso no hay economía que lo resista.

El problema de base en España no tiene solución a corto plazo: es la mentalidad de la gran mayoría de la clase trabajadora. Quieren ser funcionarios, que les paguen un trabajo de 8 a 3 para toda la vida y trabajar lo menos posible. Hay mucha gente que no piensa así, pero por desgracia hay demasiada que sí lo hace. Todos conocemos a alguien a nuestro alrededor que se ha preparado con gran tesón sus oposiciones a... Lo que sea. Lo importante parece ser, sobre todo, la seguridad, por encima de realizarse en el trabajo, hacer realidad sueños, ser útil a la sociedad, etc. Es esta mentalidad, en ocasiones infantil, la que hace a nuestra sociedad dependiente, poco preparada para un siglo XXI exigente y competitivo, lleno de posibilidades pero desde luego poco adecuado para el carácter acomodaticio.

Hay un arduo trabajo de educación en escuelas, institutos y universidades para formar a emprendedores, y no con el típico curso del Inem "cómo crear una empresa", que se limita a explicar normas administrativas, sino con algo más de fondo.

martes, 1 de noviembre de 2011

Un invierno largo

No sólo asoma el invierno tras el reciente cambio de hora, sino que se vislumbra un frío estacional, social y económico mucho más largo que los tres meses de rigor. Se adivina el doloroso parto de una nueva forma de hacer las cosas y la fiebre y el malestar que permitirán la purga de tanto exceso. Me pregunto cuál es la actitud más indicada para este contexto, si alarmarse y tragar saliva ante las constantes descargas informativas de la prensa, que nos tiene a dieta de bancos y deuda, aparte del consabido bipartidismo, o desconectar de la autopista informativa y meterse por la comarcal del día a día.

Las cifras del paro no invitan al optimismo en el umbral de los cinco millones. Es evidente que la economía sumergida está evitando desórdenes sociales violentos en un país donde unos siguen disfrutando del paseo o prejubilándose a los 50 con cantidades que otros no podrían reunir en 70 vidas, mientras la mayoría hacen cábalas para poder seguir llevando una vida digna y unos 8 millones quedan sumidos en una vergonzosa pobreza (vergonzosa para un país como el nuestro que se dice desarrollado y se permite hablar del Estado del Bienestar). El mundo es desigual por naturaleza pero estas desigualdades tan extremas son reflejo de la injusticia y de la falta de ética reinantes. Me pregunto si todos esos acaudalados ciudadanos son conscientes de su responsabilidad. Ya lo dice el Evangelio, "... Su riqueza, ¿Para quién será? ¿De qué les servirá ganar el mundo entero si pierden su alma?". Pero esto es tan antiguo como el mundo, y parece seguir funcionando como al principio.

Para quienes, como yo, la macroeconomía se ha convertido en un laberinto incomprensible, sólo aspiramos a seguir tirando de nuestro carro sin ser carga para nadie, viviendo de forma modesta y poniendo nuestro grano de arena para que todo avance. De todas formas, en mi caso, el revuelo económico y político, sin dejar de tener cierto interés, más que nada por la era de cambios y revoluciones que promete, ha dejado paso a una meditación espiritual y análisis interior que es donde, sin duda, comienza a cambiarse el mundo. Estoy inmerso en un libro muy interesante sobre las apariciones marianas del pueblecito bosnio de Medjugorje, a las que doy total credibilidad por mi parte, y que me están conduciendo, a trancas y barrancas, hacia un nuevo modo de vivir mi fe, y que enganchan con algunos aprendizajes y experiencias de los últimos años. El libro se llama simplemente Medjugorje y, entre otras cosas, es la voz de Dios actual, candente y aún no lastrada por nuestra mentalidad acomodaticia, ni por las manipulaciones, rutinas y dervirtuaciones a las que hemos sometido el mensaje divino. Son ideas muy sencillas y chocan de frente con el estilo de vida actual de una mayoría, pero a medida que la Gran Mentira se desmorona, van adquiriendo más y más verosimilitud. Cinco piedras, así las llaman, basan el mensaje de la Virgen: oración, ayuno, eucaristía, confesión y Palabra de Dios. Nada que ver con teoría económica ni política, es cierto. Todo va dirigido a la transformación interior de cada cual, que no es posible sin Dios, sin sumergirse en su escucha, sin tomar consciencia de su presencia, oculta para los sentidos, y de su acción continuada en nuestras vidas.

En muchos momentos de mi vida me he revelado contra estas cinco piedras, porque Dios no me escribe un email o una nota en lugar de tener que investigar voces interiores que apenas logra uno escuchar (entre otras cosas, porque entre pitos y flautas y las mil formas de entretenimiento vano que tenemos a nuestra disposición nunca dejamos ni cinco minutos a la meditación y a la oración que no es otra cosa que meditar con Dios), porque el ambiente se encarga de afear y difamar el valor de las cosas eclesiales y de los sacramentos y porque el pragmatismo imperante te intenta convencer de que nada de eso sirve "realmente" para nada. Y, en fin, porque parece que la alegría (exterior, estética) de los que disfrutan de los placeres del momento sin más preocupaciones, está reñida o es contraria a las prácticas del católico, a los rezos, al ayuno o a ejercicios que, desde luego, exigen un considerable gobierno de uno mismo y de sus deseos, algo que no casa muy bien con la sociedad de consumo y de excesos que, volviendo al principio, ha causado el desmoronamiento social y económico actual, entre otras cosas.

Pues yo apuesto por la confianza y por la positividad en medio de la tormenta. No por nada, sino porque la seguridad y la fuerza están en el interior, no en los datos estadísticos, y mientras yo vaya por caminos de perfeccionamiento, al menos, seré siempre una buena influencia para todo lo que me rodee. Ojalá muchos nos demos cuenta.