martes, 1 de noviembre de 2011

Un invierno largo

No sólo asoma el invierno tras el reciente cambio de hora, sino que se vislumbra un frío estacional, social y económico mucho más largo que los tres meses de rigor. Se adivina el doloroso parto de una nueva forma de hacer las cosas y la fiebre y el malestar que permitirán la purga de tanto exceso. Me pregunto cuál es la actitud más indicada para este contexto, si alarmarse y tragar saliva ante las constantes descargas informativas de la prensa, que nos tiene a dieta de bancos y deuda, aparte del consabido bipartidismo, o desconectar de la autopista informativa y meterse por la comarcal del día a día.

Las cifras del paro no invitan al optimismo en el umbral de los cinco millones. Es evidente que la economía sumergida está evitando desórdenes sociales violentos en un país donde unos siguen disfrutando del paseo o prejubilándose a los 50 con cantidades que otros no podrían reunir en 70 vidas, mientras la mayoría hacen cábalas para poder seguir llevando una vida digna y unos 8 millones quedan sumidos en una vergonzosa pobreza (vergonzosa para un país como el nuestro que se dice desarrollado y se permite hablar del Estado del Bienestar). El mundo es desigual por naturaleza pero estas desigualdades tan extremas son reflejo de la injusticia y de la falta de ética reinantes. Me pregunto si todos esos acaudalados ciudadanos son conscientes de su responsabilidad. Ya lo dice el Evangelio, "... Su riqueza, ¿Para quién será? ¿De qué les servirá ganar el mundo entero si pierden su alma?". Pero esto es tan antiguo como el mundo, y parece seguir funcionando como al principio.

Para quienes, como yo, la macroeconomía se ha convertido en un laberinto incomprensible, sólo aspiramos a seguir tirando de nuestro carro sin ser carga para nadie, viviendo de forma modesta y poniendo nuestro grano de arena para que todo avance. De todas formas, en mi caso, el revuelo económico y político, sin dejar de tener cierto interés, más que nada por la era de cambios y revoluciones que promete, ha dejado paso a una meditación espiritual y análisis interior que es donde, sin duda, comienza a cambiarse el mundo. Estoy inmerso en un libro muy interesante sobre las apariciones marianas del pueblecito bosnio de Medjugorje, a las que doy total credibilidad por mi parte, y que me están conduciendo, a trancas y barrancas, hacia un nuevo modo de vivir mi fe, y que enganchan con algunos aprendizajes y experiencias de los últimos años. El libro se llama simplemente Medjugorje y, entre otras cosas, es la voz de Dios actual, candente y aún no lastrada por nuestra mentalidad acomodaticia, ni por las manipulaciones, rutinas y dervirtuaciones a las que hemos sometido el mensaje divino. Son ideas muy sencillas y chocan de frente con el estilo de vida actual de una mayoría, pero a medida que la Gran Mentira se desmorona, van adquiriendo más y más verosimilitud. Cinco piedras, así las llaman, basan el mensaje de la Virgen: oración, ayuno, eucaristía, confesión y Palabra de Dios. Nada que ver con teoría económica ni política, es cierto. Todo va dirigido a la transformación interior de cada cual, que no es posible sin Dios, sin sumergirse en su escucha, sin tomar consciencia de su presencia, oculta para los sentidos, y de su acción continuada en nuestras vidas.

En muchos momentos de mi vida me he revelado contra estas cinco piedras, porque Dios no me escribe un email o una nota en lugar de tener que investigar voces interiores que apenas logra uno escuchar (entre otras cosas, porque entre pitos y flautas y las mil formas de entretenimiento vano que tenemos a nuestra disposición nunca dejamos ni cinco minutos a la meditación y a la oración que no es otra cosa que meditar con Dios), porque el ambiente se encarga de afear y difamar el valor de las cosas eclesiales y de los sacramentos y porque el pragmatismo imperante te intenta convencer de que nada de eso sirve "realmente" para nada. Y, en fin, porque parece que la alegría (exterior, estética) de los que disfrutan de los placeres del momento sin más preocupaciones, está reñida o es contraria a las prácticas del católico, a los rezos, al ayuno o a ejercicios que, desde luego, exigen un considerable gobierno de uno mismo y de sus deseos, algo que no casa muy bien con la sociedad de consumo y de excesos que, volviendo al principio, ha causado el desmoronamiento social y económico actual, entre otras cosas.

Pues yo apuesto por la confianza y por la positividad en medio de la tormenta. No por nada, sino porque la seguridad y la fuerza están en el interior, no en los datos estadísticos, y mientras yo vaya por caminos de perfeccionamiento, al menos, seré siempre una buena influencia para todo lo que me rodee. Ojalá muchos nos demos cuenta.