sábado, 4 de junio de 2011

Impás

Si no fuera porque nos espera un verano-otoño calentito por la siguiente reforma laboral y por el persistente índice de paro en niveles insoportables, diría que el movimiento 15M pasa por una crisis casi mortal. La indignación de la gente subirá y es posible que los "indignados" puedan canalizarla hacia algún lugar con sentido. Pero no será, desde luego, por su gran habilidad organizativa, o mejor dicho, por la pericia del grupo de jóvenes que lo maneja. Los rojillos, por llamarlos de una manera simpática, siguen barriendo para casa. En las Asambleas cada vez hay más gente con el uniforme antisistema, o como porras quieran llamarlo, rastas, ropa sucia o/y rota, pelo rapado en parte de la cabeza, piercings, el inevitable tatuaje..., en las manifestaciones (con merma de asistencia, por más que griten que cada día somos más) se gritan algunas chorradas bastante gordas mezcladas con ideas cabales;. Siempre está el exaltado que proclama sus viejas arengas sindicales o comunistas. Y ahora discuten sobre si una asamblea se tiene que convocar 3 horas o 1 hora antes, y cosas que, en realidad, le importan muy poco a la gente. En cualquier caso, no tenemos paciencia ni tiempo para escuchar a unos chavales cómo hacen sus primeros pinitos en la palestra pública. Dicho sea con el mayor de los respetos, que todos hemos sido chavales alguna vez.

Democracia Real Ya se ha desvinculado de las acampadas (que ahora pasan a llamarse 15M), y creo que con buen criterio, porque se han desvirtuado y ya no sirven para nada. Exceptuando la patosada de Felipe Puig, Consejero de Interior de la Generalidad catalana, que debería haber dimitido inmediatamente por su brutalidad, al intentar desalojar la acampada de Barcelona con excusas poco afortunadas, la mayoría de los políticos han actuado con bastante sagacidad, evitando cualquier enfrentamiento entre fuerzas del orden y acampados. Saben que las acampadas se terminarán como una vela sin cera, y además en un plazo relativamente corto. Siguen sin enterarse de que el verdadero movimiento no está en las tiendas de campaña de Sol, ni en los tan traídos perroflautas, ni en los viejos anarcosindicalistas. El movimiento es un despertar lento pero seguro de la población. Es un cambio inevitable, cuya evitación significaría el desastre del planeta, así de claro hay que decirlo. El movimiento es una nueva conciencia del ciudadano que, responsablemente, será consciente de su poder en unión con los demás. Utilizará el voto y el dinero de forma mucho más inteligente, y los poderosos lo tendrán más difícil para llevarse su botín.

Queda un largo camino.