viernes, 8 de abril de 2011

Opresión financiera

Una de las cuestiones más indignantes de esta tan traída y llevada crisis, es la cuestión de las hipotecas (al fin y al cabo, uno de los problemas centrales de la misma) y la dación. En España, a diferencia del resto del mundo (o al menos del que tengo noticia) cuando firmas una hipoteca, te pringas no sólo hasta que la pagas, sino que la casa se convierte en una falsa garantía y pringan hasta tus herederos y, supongo, los herededos de tus herederos, ya puestos. Una nueva versión de las castas. No basta sólo con que te mueras pobre y sin lugar propio donde caerte muerto, sino que además tus herederos tienen que pagar el diezmo a los nuevos Señores: los bancos... Esos pobres nuevos terratenientes que se las ingenian incluso para ser “rescatados” con el dinero público en nombre de la “estabilidad” del sistema entero, después de haber hecho dinero a esgalla.

Ningún análisis con un mínimo de sentido común puede respaldar o defender la actual legislación, y sólo puede entenderse como una sutil dictadura de quienes mandan en este bendito mundo: los que tienen la pasta, el poder económico, y la clase política, a veces rehén y casi siempre ávida colaboradora y participadora.

He oído razones del tipo “no se pueden cambiar las reglas a mitad del partido”, defendiendo el derecho de las entidades financieras a que se respete lo que se ha firmado y en las condiciones en que se ha firmado. ¿Pero qué clase de condiciones y reglas son ésas, que se sostienen en una arbitraria y, subrayo, fraudulenta tasación de las propiedades hipotecadas. ¿Es que no hay regulación de las tasaciones? ¿Hoy puedo tasar 100 y dentro de un año taso 70 y no pasa nada?

El mismo concepto de hipoteca establece que yo pongo mi casa (no el valor que alguien, caprichosamente le adjudica) como garantía del pago de mi deuda. Ahora que el valor de mi casa no “le vale” al banco, me encadenan de por vida a un pago que yo calificaría de extorsión.

Y ¿qué pasa si, encima, llega un momento, como llegó hace unos años, en que o te plegabas a las leoninas condiciones hipotecarias (presentadas entonces como una especie de barra libre) o sencillamente no podías comprar una casa y disfrutar de ese derecho constitucional del que nadie habla? ¿Cuál era la opción? ¿Un mercado del alquiler igualmente inflado? Porque si la gente se lanzó a comprar pisos a unos precios desorbitados fue, entre otras razones (sin olvidar la insconsciencia y la irresponsabilidad) primero porque necesitaban una casa donde vivir, y segundo porque salía mucho más económico pagar una hipoteca que pagar un alquiler, aparte del hecho de tener una propiedad que dejar a tus hijos al final de tu vida. Y tampoco había alquileres para todos los demandantes de vivienda.

Así pues, que alguien me diga dónde está el problema aquí; me refiero a las dudas sobre si se debe reformar el actual marco legislativo de las hipotecas y lograr que miles de personas dejen de trabajar todos los días de su vida para pagar un piso que ya no tienen ni tendrán, mientras se espera que paguen además sus impuestos y saquen para mantenerse a sí mismos y a su familia. Y habrá ocasiones, además, que tengan que pagar una pensión a su pareja divorciada, otro de esos temas que será bueno analizar. Que se hable de estado de derecho y de estado del bienestar en estas circunstancias es, como mínimo, cómico. Ya de igualdad de derechos, y de derechos constitucionales ni nos lo planteamos. Últimamente la Constitución se ha convertido en una especie de papel higiénico que se toma y se deja para justificar toda clase de tropelías.

Es verdad que el mundo está cambiando. La información se cuela por todas partes y, por una vez, la frenética velocidad con que vivimos juega a nuestro favor. Internet está logrando la formación de una conciencia planetaria, consistente en saltase las barreras del espacio físico y las capacidades naturales del ser humano (ver y oír lo que sucede sólo a nuestro alrededor). Yo confío en esta nueva conciencia, porque la unión será la única defensa real contra estas nuevas formas de dictadura y opresión económica sutiles y en apariencia muy democráticas.

¿Exagerado? Puede. Es verdad que si uno no quiere no firma una hipoteca, pero la presión social y la falta de opciones actúan aquí como un callejón sin salida.

Espero que pronto cambie la dinámica de la representación política gracias a los medios electrónicos. Es la única posibilidad de lograr una auténtica representación democrática y de parar los abusos.

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