miércoles, 14 de julio de 2010

Verano autónomo

Una palabra mágica. El verano lo cambia todo: la luz, los olores, la sensación corporal, las caras, los vestidos, los paisajes, los días y las noches, las costumbres, el humor, la actitud... Es difícil describir lo que siento cuando llega esta estación. Automáticamente me siento bien y me reconcilio con cualquier cosa, incluyendo la fría Valladolid. Una amiga me dijo que yo hibernaba, que cuando llegaba el invierno me replegaba sobre mí mismo y que en verano me abría totalmente, como una metamorfosis. Nunca lo había pensado pero le contesté que tenía razón. En verano me pasa casi todo lo que me pasa en todo el año, y eso tiene que ser por la actitud. En verano tomo decisiones, conozco a gente nueva, renuevo mis planes, me pongo en paz mentalmente...

Por lo demás, este es el primer verano de autónomo, mi primer verano de esta otra libertad, que me parece sencillamente maravillosa, como un sueño hecho realidad. No sólo es el uso y disfrute de tu propio tiempo y de las personas y cosas que lo llenan, sino la sensación de agarrar el volante de tu nave, de depender de ti mismo. Pensé que, quizá, no lo aguantaría, que me saldrían eccemas del estrés, que dormiría con dificultad. Y no. No sé lo que voy a cobrar el mes que viene. Puede, incluso, que pierda dinero. Pero eso no me impide vivir con confianza, y sobre todo, sentir que yo soy el autor de mi propia novela. Era importante demostrarse a uno mismo que es capaz de hacerlo.

Creo que toda persona debería ser autónomo al menos un año de su vida. Como ir de voluntario o de viaje en tu año sabático. Como hacer el Camino de Santiago. Creo que en España (y en otros muchos países) abusamos del paternalismo del Estado y de las empresas. Nos pasamos la vida esperando a que otro nos dé trabajo, y encima exigimos que lo haga según nuestros gustos y preferencias. Si llego a esperar yo que alguien me valore, me darían las uvas de no sé qué año.

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